Hay atracciones destinadas a no consumirse jamás, escribe Melissa P. Pasiones, amores, que viven al margen del tiempo, como si quedasen suspendidos en las alturas...
"Siempre el mismo día' es una novela de David Nicholls que en 2011 llegó a las pantallas de la mano de Anne Hathaway y Jim Sturgess. Emma y Dexter se ven por primera vez el quince de julio de mil novecientos ochenta y ocho, la historia arranca en esa fecha y en ella se narra lo que sucede entre los protagonistas ese mismo día, durante veinte años.
Cuando Emma y Dexter se conocen surge entre ellos el tipo de atracción que está destinada a no consumirse jamás, la pasión que suele nacer en los aspectos más elevados, en lugar de en los más prosaicos: si bien deciden volver a casa juntos, entre los dos no sucede nada. Ese día se duermen abrazados en la cama individual de ella y la situación se repite durante los veinte años sucesivos, pero en ningún momento van más allá de la ternura que los mantiene unidos exclusivamente como amigos.
Interferencias de la vida
El suyo es uno de esos amores que parece destinado a no encontrar nunca un epílogo: unos amores que permanecen suspendidos, al margen del tiempo, de las interferencias de la vida y de los amantes que entran y salen de ella sin dejar ningún recuerdo ni arrepentimiento. Es el amor, ya lo he dicho, que nace en las alturas: de los sentimientos o de algo aún más profundo e inconfesable sobre lo que pesa la vergüenza.
Cuando un amor tan inmenso une a dos personas, la atracción erótica pasa a un segundo plano. Acostumbrados a iniciar tan solo nuestras relaciones amorosas cuando nos cercioramos de que podemos disfrutar con el otro de una buena vida sexual, nos hemos vuelto incapaces de distinguir un gran amor de un 'flirt' pasajero.
La amistad entre el hombre y la mujer es objeto de debate y controversia. En opinión de muchos no existe. Yo, en cambio, puedo ser capaz de trabar amistad con un hombre sin desearlo sexualmente, o pensar que entre los dos pueda surgir una historia de amor. Aunque, si he de ser franca, la mayor parte de los hombres con los que me relaciono son ex novios o ex amantes. Así pues, hombres con los que he compartido una atracción erótica.
Complicidad con un amigo
Cuando la llama se apagó logramos permanecer en contacto, unos más que otros, y relacionarnos como hermanos. De hecho, viajo con muchos de mis amigos, duermo o paso las vacaciones de Navidad o de Pascua con ellos sin desear nada más. Ellos son mi familia.
Pero ¿es posible imaginar algún tipo de amistad con un hombre con el que nunca ha existido nada, aunque a los dos nos habría gustado que así fuese? Creo que sí, que es posible. Pero doloroso. Porque el espectro de lo que podría ser flotará continuamente entre los dos dejándonos a menudo asombrados ante los gestos recíprocos de intimidad y ternura.
Con frecuencia es más fácil ser cómplices de un amigo que de nuestro compañero sentimental, porque con el primero no debemos fingir una virtud y una bondad que nos resultan ajenas. Le damos todo lo bueno y lo malo, y él permanece a nuestro lado sin hacernos demasiadas preguntas. La sutilísima atracción sexual que sentimos no basta para llevarnos a la cama, pero tampoco se puede decir que sea inexistente, porque es imposible tocarse o estar abrazado en un sofá con alguien que nos repele físicamente. Se podría decir que el eros es débil, pero constante.
Deseo y expectativa
No se agota, no se revela, como mucho puede aumentar y, al hacerlo, convertirse en un peligro para la relación amistosa. En nuestro fuero interno sabemos que el amigo con el que nunca ha ocurrido nada es el hombre que nos conviene: nadie nos entiende ni nos conoce como él, sabe cómo hacernos felices, respeta nuestras debilidades y no nos atormenta por ellas.
¿Cómo hay que comportarse en estos casos? Muy sencillo, hay que seguir siendo amigos y dejar a un lado toda vana esperanza. Porque vivir en el deseo y la expectativa es mucho más emocionante que vivir sintiéndonos fracasados y rechazados."
Melissa Panarello
muy bueno!! me gusto bastante!!
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