jueves, 16 de abril de 2015

Divas divagando

Ser mujer, en esencia, es una maravilla. El simple hecho de tener el don de dar vida nos hace únicas. Pero también tenemos que ser conscientes de que nuestra naturaleza es compleja, misteriosa y muchas veces indescifrable.

Somos seres con una desarrollada sensibilidad, tenemos una indiscutible intuición, poseemos un innegable espíritu de lucha, soportamos el dolor con entereza y conocemos de manera profunda el significado de la palabra: sacrificio. 

Sin embargo, nuestro lado oscuro es tan inexplicable que en muchas ocasiones logra opacar aquellas virtudes hasta el punto de hacerlas desaparecer.

Somos las reinas de la envidia, deseamos el mal ajeno, no perdonamos ni olvidamos así aparentemos lo contrario, somos rencorosas y con tal de lograr nuestras metas hacemos hasta lo inimaginable. Somos posesivas, dominantes, vengativas, chismosas, dramáticas, celosas y, sobre todo, vanidosas.
No hay nada que nos genere más seguridad que lucir mejor que la de al lado.

Nuestra competencia se centra en el físico y aunque sepamos que tenemos superiores capacidades intelectuales, lo que más placer nos genera es verle un gordo a alguna enemiga. Nos ilumina la cara saber y constatar que una mujer que nos cae mal ha desmejorado en su apariencia. Qué dicha que esa desgraciada que por algún motivo nos hizo sufrir en el pasado, ahora se esté quedando sin pelo y ande con tres mechas debiluchas. 


Aceptarlo es doloroso y hasta vergonzoso, pero es imposible no reconocer nuestra vena maligna. Aún así, tenemos el delirio absurdo de querer ser unas divas cuando nuestro interior nos grita que cada vez somos más pobres de espíritu. 

Actualmente las mujeres se dedican con más frecuencia al yoga, a la alimentación sana, la kábala, lo orgánico y los paseos ecológicos en busca de esa paz interior que a su vez se refleje en lo exterior. ¿Pero qué ganamos con explorar la conservación del cuerpo si tenemos el alma a dieta? 

Uno de nuestros principales errores ha estado en multiplicar nuestras funciones para sentir que somos capaces de todo. Nos hemos exigido hasta el tope para inflar nuestro ego y así dejar constancia de que somos incansables e imbatibles. Pero las carencias siguen siendo las mismas. El éxito profesional lo hemos conseguido con esfuerzo y los vacíos emocionales también. Ahora los hombres quieren comprometerse cada vez menos y por eso uno ve con cierto asombro cómo se han multiplicado las solteras

Por ese deseo incoherente de divismo, ahora existe un fenómeno peor: las novias eternas. Esas que aparentemente son perfectas para ser elegidas por esposas pero que el tipo no les concreta. Aquellas que a pesar de ser inteligentes, talentosas, exitosas, independientes económicamente y bellas les siguen faltando los cinco centavos para el peso.  

¿Saben cuál es su pecado? Justamente la soberbia, al estar convencidas de todo lo anterior. No hay nada más seductor en el ser humano que la capacidad de aceptar sus debilidades y limitaciones. Pero por la arrogancia tácita o explícita de las mujeres al querer siempre competir y ganarles a las demás, luciéndose a toda costa, lo que se ha logrado es disfrazar la fragilidad que nos hace encantadoras.

El hombre ya no está intentando protegernos, ahora está luchando para protegerse de nosotras. Las divas de antaño como Elizabeth Taylor se casaban cinco o seis veces porque se daban el lujo de elegir. Las de ahora, que pretenden serlo, no se casan ni una sola vez porque no encuentran con quien. ¡Y lo peor! En vez de aceptar que les duele, salen a gritar a los cuatro vientos que viven felices así: solas.

Si de verdad algún día quieren lograr siquiera entender la magia de ser mujer, empiecen por identificar nuestra incapacidad para valorarlaSomos divas divagando en los laberintos de nuestro impermeable ego."

Alejandra Azcárate