jueves, 27 de febrero de 2014

Miserable

Llegando a casa me puse a buscar la única palabra que se me venía a la mente, o quizás porque la escuché mucho o mi materia gris la repitió sin piedad en muchas ocasiones: miserable que como dice Wikipedía se definiría como: “De escasa cuantía o valor: Malvado, perverso: desdichada infeliz o mezquina.”

Hago una rápida pero certera:“confesión de conciencia” a lo que de adulta tradujo como “hable con vos misma y decirte las verdades en la cara sin ser pendeja” (lo aprendí en la Iglesia Católica,Muchas Gracias) y realizando el tan arduo auto-examen concluyo que si; soy miserable hasta puntos extremos, y lo peor del asunto es que no me importa que San Pedro me este esperando a las puertas del cielo.

Acaricio una vez más al gato que mis padres hacen llamarlo su hijo y sé convencida se será de las últimas veces que nos acariciamos.

Salgo con amigas que no veo hace meses y que fueron mis confidentes durante años y vuelvo meditando que no es lo mismo, soy una persona miserable,Un medio ser: déspota una vil calculadora sin piedad a la que la vida (o ella misma) se ha encargado de convertida en ese buitre apestoso y despiadado.

Pienso que a lo mejor no es mi culpa sino esa naturaleza humana que nos domina a todos para sobrevivir en estas “ciudades” tan mal hechas y venenosas que una selva

¿Dónde sobreviviré?: Quizá la respuesta sea la más fuerte y más despiadada perversa razón que nos jactamos de tener…

He aquí el resultado de lo que ustedes y yo (no dejo esa maldita maña de cargar con culpas) de lo que me he convertido, una miserable más que arrastra el esqueleto por la burda ciudad, mintiendo, aparentando, fingido, siendo más;hipócrita de lo que verdaderamente soy: un despreciable ser que se enorgullece de su raciocino y anda por las caóticas ciudades o por la vida desorientada buscando lo mismo que todos los seres vivos buscamos sin querer: nacer, crecer, reproducirse y morir…

En mi caso valdría la pena preguntarme -¿Cómo lo he hecho en repetidas ocasiones?- voy a ser una indigente que anda por la vida o haré algo para cambiarlo?

La respuesta es clara y más que abierta a infinidad de posibilidades.

31 Enero 2010 

domingo, 23 de febrero de 2014

Papiloma,secreto preciado

Como suele leerse o interpretarse: “los personajes y hechos son producto de la imaginación del autor”. Este articulo no, ella vive entre nosotros y cuando me refiero a “ella” me refiero a todos sin importar sexo,edad,clase social porque nadie está exento de contraer el virus ,por respeto a su persona; su vida privada y su confianza depositada en mí  me reservo su identidad.

No busco adeptos, seguidores ni nada por estilo. Es una realidad ante la cual muchas veces nos hacemos los ciegos, esa que creemos no nos va pasar a nosotros. Como mujer siento la obligación de publicarlo y me encantaría que se tomaran un poco de su tiempo para leerlo, informarse y compartirlo.

Gracias 

Papiloma,secreto preciado 

"L@s "promiscu@s", l@s engañad@s por parejas infieles, l@s precoces que iniciaron su vida sexual a temprana edad, prostitut@s, l@s alborotad@s que no tienen una pareja estable... tod@s est@s malportad@s y cuernud@s son quienes adquieren el virus del papiloma humano. Por lo menos así es como se habla de este tema tan secreto, tan tabú en la sociedad en la que vivimos. Mas bien un 80% de la población sexualmente activa se ve diariamente expuesta a él y son solo aquell@s que se ganan el bingo, los que realmente se percatan de ello cuando ya es tarde... cuando su doctor detecta una lesión o anomalía en las zonas genitales y es hora de tomar acción.

Soy mujer casi en sus treintas, sexualmente activa y portadora del Virus de Papiloma Humano #51; uno entre 4 de los mayores causantes del 99% de casos de cáncer cervicouterino en mujeres a nivel mundial. Recién pasé por un procedimiento (leep) para remover células anormales del cuello del útero y evitar el desarrollo de las mismas a células cancerosas. Consiste en remover parte del cuello del útero, lo que podria ocasionar entre otras cosas y en algunos casos, amenaza de aborto. 

El día en que recibí la noticia de mi doctora, maldije y reclamé el hecho de que no exista suficiente consciencia sobre el VPH, que no sea tan promovida la biopsia a como lo es el papanicolau, siendo la probabilidad de contagio tan alta y sus daños tan peligrosos. Me arrepentí de no haberme vacunado y repudié haberme acostado con XYZ hombres en mi vida, odié que nadie me previniera sobre esta enfermedad tan seria, me sentí como una puta y una grandísima estúpida! Esto sin embargo no era del todo cierto, pues si oí sobre casos y advertencias, publicidad de las vacunas, consejos médicos por aquí y allá y simplemente no puse atención ni tomé precauciones al respecto. 

El 80% de la población sexualmente activa está expuesta al VPH diariamente, algunos estudios dicen que 1 de cada 4 persona se encuentra infectada; por cada pareja con la que estamos compartimos el virus de todas las personas con las que ésta se acostó anteriormente. En círculos sociales lo que se escucha es que "todo el mundo tiene papiloma", nadie lo dice pero todos lo saben; todos seguimos cogiendo y contagiándonos tranquilamente, pero la puta es una... la que se gana el premio precanceroso y que tiene que someterse entonces a pruebas y operaciones por el resto de su vida.

Si tantos estamos contagiados y expuestos, porqué no tomamos las precauciones del caso? Porqué lo pasamos por desapercibido? Nos estamos haciendo los locos, apreciamos el silencio y atesoramos el secreto de las enfermedades de transmisión sexual por la tremenda verguenza y miedo a ser juzgados, llamad@s promiscu@s y demás... pero seguimos transmitiendo el virus.

 Yo soy VPH positiva y si usted se quiere acostar conmigo tiene que vacunarse contra el VPH. Si usted se quiere acostar con alguna de mis ex parejas, tiene que vacunarse, si se quiere acostar con cualquiera de las parejas de mis ex parejas, tiene que vacunarse. No voy a permitir que por culpa mía otras mujeres pasen por lo que he pasado y no pretendo mantener el secreto que descubrí yo por las malas, solo para ahorrarme una verguenza o rechazo social.

Somos VPH positivos pero no hacemos nada al respecto. Insto a que tod@s nos auto proclamemos portadores y establezcamos como requisito una vacuna antes del polvo; a que dejemos de pretender que nada sucede y le ahorremos un mal rato a muchas mujeres."



sábado, 22 de febrero de 2014

Alcalino

"No se de dónde saque la valentía para apurarlo de esa manera, juro que yo no soy así.
Pero tampoco soy una chica que guarde conversaciones de chat en un librito, no soy una
chica que ame otra cosa más que a dios y sin embargo me descubro loca por este chico.
Loca. Haciendo cosas que jamás me imagine que alguien pudiera hacer. Ya ni digo que
nunca imaginé que YO pudiera hacer. No puedo creer que haya gente que de verdad
haga estas cosas, las cosas que hago. Sentarme offline a esperarlo, mientras escucho
música, acostarme recreando en mi cabeza una y otra vez nuestro futuro encuentro. No
puedo reer que tenga que alquilarme tres películas por día para olvidarme de este flaco.
No puedo creer que alguien haya podido consumirme la batería tan rápido, la de la
tolerancia digo. Y es que este pibe es demasiado alcalino. Sos alcalino.
Contaminas." 

Jari - Chubasco 


jueves, 20 de febrero de 2014

Morirás Mañana

"—Lamento decirle que en el mejor de los casos le quedan seis meses de vida.
Eso es lo que acaba de decirme el médico, mirándome imperturbable, como si yo fuera una rata o un ratón.
—No hay nada que podamos hacer.
Eso es lo que ha añadido, mirándome con disimulada repugnancia, como si yo fuera una araña o un alacrán.
—La enfermedad está muy avanzada y ya no es posible operarlo.

Eso es lo que ha sentenciado el hijo de puta, mirándome con alivio, tal vez incluso con alegría, exonerándose de la responsabilidad de curarme, anunciando mi muerte inminente como si la hubiera deseado toda su vida, como si yo fuera esa cucaracha que no alcanzó a pisar una noche en la cocina y se le escapó, sigilosa.

Bien, voy a morir. No podemos decir que se trate de una primicia. Lo sabía desde niño. Solo que ahora sé que voy a morir en pocos meses, si puedo confiar en la palabra de este médico pusilánime, y todos me han dicho que debo confiar en ella.

No me sorprende ni me indigna ni me entristece que el médico me mire como si yo fuera una rata o un ratón o una araña o un alacrán o la cucaracha que no pudo pisar esa noche en la cocina. No me sorprende porque siempre he creído que los médicos en general, salvo algunas excepciones que no conozco, son unos cabrones hijos de mil putas que solo quieren esquilmamos y luego vernos morir cuando ya no nos queda un céntimo más.

Lo que el médico no sabe es que me ha dado una buena noticia.
Hace ya tiempo que me aburrí de ser yo mismo y que deseo descansar de esa condena abrumadora. Estoy cansado de llamarme como me llamo, de llevar la cara que llevo, de repetir las tediosas ceremonias domésticas que, sumadas, configuran los días, confirman el paso del tiempo y me recuerdan que todavía estoy vivo, pero no por mucho tiempo más.

Me llamo Javier Garcés y por supuesto yo no elegí llamarme así, lo eligieron mis padres (que por suerte ya no están vivos, y a los que preferiría no ver si hay una vida después de esta vida), y soy una rata, un ratón, una araña, un alacrán y una cucaracha, y por supuesto yo sí elegí ser todo eso, un sujeto miserable, rastrero, abyecto, vil.

Por eso no me ha sorprendido que el médico de la clínica Americana me mirase como si fuera lo que en verdad soy y por eso no me ha apenado enterarme de que el mal bicho que soy (y que elegí ser) tiene los días contados. Todos tenemos los días contados, pero los míos están más contados, los míos son ciento ochenta días en el mejor de los casos, y ya sabemos que el mejor de los casos no es mi caso
.
Digamos entonces que soy un gran hijo de puta y que me quedan cien días o poco más para seguir disfrutando de ser un gran hijo de puta. No se nace hijo de puta, se elige serlo, o yo al menos elegí serlo. Pude ser una buena persona, pero me parecía aburrido, previsible, patético. Siempre asocié el humor con la maldad y, como quise divertirme, me fui educando y refinando en la maldad, el rencor, la venganza y el cinismo como formas de hacer la vida más llevadera y, si acaso, entretenida.

He tenido éxito, o el éxito que he procurado obstinadamente alcanzar, o el éxito que merezco y que otros intentaron escamotearme. El éxito, en mi caso, no podría atribuirse al azar, a la buena fortuna. El éxito me lo he forjado fría y calculadamente, se lo he arrebatado a los miserables que pugnaban por negármelo,y lo he conseguido gracias a que soy terco pero, sobre todo, a que soy un gran hijo de puta.

No podría tener todo lo que tengo, que es más de lo que imaginé que alguna vez tendría y que es menos de lo que merezco, si no fuera porque he sido cruel, despiadado, implacable en la defensa de mis intereses y en el combate contra mis enemigos.

Curiosamente, ahora que sé que voy a morir, ahora que sé que me quedan cien días o poco más y que nadie llorará mi muerte y que unos cuantos de mis más pertinaces enemigos se alegrarán con la noticia de que, sin merecerlo, me han sobrevivido y de ese modo han obtenido una última y despreciable victoria sobre mí, ahora que sé todo eso y que miro atrás y pienso en lo que debo hacer con mi vida para encontrar la manera más digna de morir, una idea asalta mi mente y adquiere los contornos de una obsesión: me importa un carajo ser un hombre de éxito, nada de lo que he conseguido tiene valor ni perdurará, lo único que me interesa es vengarme de mis enemigos.

Tengo un número impreciso y ciertamente abultado de enemigos, pero enemigos de verdad son los que uno recuerda cuando le dicen que va a morir pronto y se niega a dejarlos vivos.

Esto es lo que acabo de descubrir saliendo esta tarde del consultorio del médico hijo de puta que me miró como si fuera una rata o una cucaracha, sin saber que en efecto lo soy, como probablemente lo es él también.

Acabo de descubrir quiénes son exactamente mis enemigos, cuántos son exactamente mis enemigos. Acabo de descubrir que mi muerte solo será digna y dará coherencia a mi vida si, una vez identificados esos enemigos, a los que odio con justificada razón y cuyos rostros babosos se me aparecen ahora, encuentro en mí el frío coraje, la sed de venganza y la astucia para acometer la empresa más bella y admirable de cuantas me he propuesto en la vida: matar a esos cinco hijos de puta.

Bien, he de morir, he de morir pronto. Pero no moriré como una buena persona porque nunca lo he sido y no sabría simularlo en esta última parte de la carrera. Moriré como lo que soy, como una rata, como un alacrán, como una tarántula, como una cucaracha. Moriré concediéndome la dicha más acabada que puedo imaginar: matar a esos cinco hijos de puta que hicieron todo lo posible por joderme la vida y que no merecen seguir viviendo cuando yo no esté. No puedo evitar mi muerte, pero puedo evitar que ellos asistan a mi muerte; puedo evitar que ellos sonrían, pérfidos, mediocres, canallas, cuando se enteren de que he muerto.

Veámoslo, entonces, con moderado optimismo: el médico me ha dado la mala noticia de que me quedan seis meses de vida o menos, pero al mismo tiempo, y sin quererlo, me ha permitido descubrir una noticia espléndida y alentadora: que estos serán los mejores seis meses de mi vida porque me dedicaré por entero a matar a esos cinco hijos de puta que hicieron todo lo posible para verme fracasar y que no lo consiguieron pero que no por eso merecen mi indulgencia o compasión. Esos cinco hijos de puta van a morir, tienen que morir. No he matado nunca a nadie (quiero decir, no he matado nunca a ninguna criatura humana), pero me ha llegado la hora de educarme en tan noble propósito y de hacer una última e inestimable contribución a la humanidad: limpiarla y purificarla de la presencia hedionda de esos cinco hijos de puta a los que mataré antes de morir.

Por primera vez en mucho tiempo siento que mi vida tiene sentido. Curiosamente, todo lo anterior (la puja feroz por el éxito, el combate contra los enemigos, las glorias fugaces, los amores perdidos) me parece ahora solo un entrenamiento para lo que me espera: medir sin testigos, ante mí mismo, las dimensiones exactas de la maldad que habita en mí y la hondura y la pureza del goce que sobreviene al ejercicio sistemático de la venganza.

Dicho de otro modo: no debería tener razones para vengarme de nadie porque nadie consiguió arrebatarme la sensación de éxito que todavía me envuelve y que los demás perciben como un hecho indudable, que soy un ganador y un gran hijo de puta, pero no teniendo razones para ejercer la venganza como mi última ambición, me sacude un ramalazo de placer parecido al éxtasis o al orgasmo cuando imagino las caras de mis enemigos, esos cinco hijos de puta, en el momento exacto de morir, que será el que yo elija.

Estos serán los mejores meses de mi vida y lo serán porque estarán animados por el afán de venganza y porque ese afán no estará exento de astucia, prudencia y valor. Solo moriré en paz, como un gran hijo de puta, si confirmo ante mí mismo que poseo la inteligencia y los cojones de matar a esos cinco mequetrefes envidiosos que ahora pagarán por todas las insidias y ruindades que tramaron contra mí. No será, entonces, un crimen injusto: esos cinco indeseables se han ganado a pulso su propia muerte. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio. No seré yo quien le quite el cuerpo al toro. Arrojo torero nunca me ha faltado y espero que tampoco me falte cuando más lo necesite.

Mi vida nunca tuvo mayor sentido, fue solo una suma de empeños vanidosos, pero ahora, de pronto, inesperadamente, tiene más sentido que nunca, y puedo advertir con una nitidez que me enceguece que todo lo que he vivido me ha preparado para este momento, el de exterminar a mis cinco peores enemigos, el de inaugurarme en el incomprendido oficio de homicida, el de confirmar si soy capaz de ser el gran hijo de puta que toda la vida he creído ser, que me he jactado de ser. Bien, ha llegado la hora de la verdad. Si soy ese gran hijo de puta que siempre se sale con la suya y cae parado y consigue humillar a sus más sañudos y venenosos adversarios, deberé demostrarlo ahora, en estos últimos meses de vida, matando con discreción, buen gusto y elegancia a esos cinco hijos de puta que ciertamente no merecen vivir, que ciertamente no merecen vivir cuando ya no viva yo.

Nunca tuvo más sentido mi vida que ahora que sé a quiénes debo matar. Que después me toque morir me parece un premio que no merezco. Cinco y solo cinco (quisiera que fueran más, pero solo esos cinco se me aparecen, testarudos, cuando repaso la lista de mis enemigos más conspicuos o de los que quisieron hacerme más daño a sabiendas o de los que más esfuerzo depositaron en la causa de joderme la vida, sin conseguirlo por cierto) son los miserables sujetos que debo matar antes de morir.

Desde luego, podrían ser seis, podrían ser cuatro, podrían ser diez, pero debo ser justo y minucioso en el ejercicio de la venganza, y solo debo exterminar a los que en verdad han hecho merecimientos para recibir dicho castigo. No se trata de matar por el puro placer de matar: se trata de impartir justicia, de hacer algo bueno por el mundo antes de irme de acá, de pensar por una vez en los demás y no en mí. Se trata, en suma, de un breve y urgente ejercicio sanitario: el mundo, ese hervidero de apetencias y pasiones y traiciones que llamamos «el mundo», será un lugar mejor, indudablemente mejor, cuando no lo habiten esas cinco personas que yo mataré y cuando no lo habite yo mismo, que, con seguridad, soy un peor hijo de puta que esos cinco hijos de puta a los que un mínimo sentido de la decencia me obliga a matar.

Pero yo al menos tengo el buen gusto de reconocerme como un hijo de puta y de no andar posando como un caballero virtuoso y ejemplar, de recta andadura, como hacen esas sabandijas que ahora he de aplastar sin compasión y con incalculable regocijo.

No es verdad, entonces (lo supe desde niño), que el ejercicio de la bondad (que en mi caso supuso siempre un esfuerzo, una impostura) sea la fuente o el origen de la felicidad. Muy por el contrario, yo he hallado siempre satisfacción, orgullo y hasta júbilo cuando me he abandonado al ejercicio de la maldad, la venganza y el rencor. Lo que me procura moderadas dosis de bienestar es reconocerme como un hijo de puta y actuar en consecuencia. Lo que me estorba es tratar en vano de ser una buena persona. Yo he nacido para encontrar belleza en la maldad y elegancia en el rencor y pureza artística en la venganza. Así he nacido, así he vivido y así debo y quiero morir: buscando el mórbido placer de sentirme un sujeto peor (pero mucho más encantador) que todos los que conozco."
Fragmento del Libro Morirás Mañana
Jaime Bayly